lunes, 18 de diciembre de 2017

Cuerpos que hablan.



Los cuerpos hablan.
Todos los cuerpos hablan.
Estén vivos o muertos,
Siempre dicen cosas.
Y a veces los cuerpos gritan,
Cuando no los escuchan,
Cuando se los ignora,
Cuando se los difama.
Los cuerpos lloran,
Lloran y gritan ante tanta injusticia.
Muchos cuerpos piden,
 Y también reclaman,
El fin de tanta mentira.
Los cuerpos hablan.
Todos los cuerpos hablan,
Aunque los quieran callar,
Aunque los quieran mutilar,
Aunque los quieran desaparecer;
Los cuerpos siempre hablarán,
Y gritarán más fuerte su verdad.
Aún, el cuerpo invisible
Dirá muchas palabras,
Que nadie podrá silenciar.
Cuerpos ausentes
Que con su ausencia,
Piden justicia una vez más.
Cuerpos enmascarados,
Arropados con diferentes disfraces,
Que pretenden ocultar verdades.
Pero los cuerpos hablan.
Estén vivos o muertos,
Ellos siempre hablarán,
Y dirán su verdad.



domingo, 29 de octubre de 2017

Hotel. (Cuento)

  

  Después de un hermoso día de playa, finalmente ellos volvían al hotel. Ellos, eran don Saúl y su esposa Rut, y sus dos hijos Sara y Manuel. Aquel fue un día tan inolvidable, como todos los días que ellos pasaban en la costa. Ellos cuatro eran tan felices, tan plenos de estar ahí. Todo era tan mágico que ellos deseaban que esos momentos no terminasen jamás. Tanto Saúl como Rut disfrutaban de esos hermosos momentos de felicidad, en que jugaban con sus niños en la playa, correteaban, reían, y era todo tan especial. Ellos pensaban dentro de sí, que si todo aquello se volviera eterno, y sus niños fueran siempre niños; y ellos, siempre jóvenes, y que no tuvieran que envejecer. Pensaban en lo bello y hermoso que sería poder atrapar el tiempo y detenerlo en aquellos momentos tan únicos y maravillosos en que Sara y Manuel jugaban en la playa, correteaban en el agua, y sus padres les gritaban desde lejos: “Niños, ¡No se alejen de la orilla!” Poder congelar en el tiempo y para siempre sus caritas felices e inocentes. Sin embargo, Saúl y Rut sabían que eso no sería posible, que algún día sus niños crecerían y serían adultos que formarían sus propias familias; y que manejarían el negocio familiar. Que ellos mismos envejecerían y ya no tendrían las mismas fuerzas. Que seguramente sus dos hijos les darían varios nietos, los cuales ellos esperaban poder disfrutar. En todo esto pensaban en aquella tarde de verano al volver de la playa, y estando sentados en aquel cómodo sillón. En ese momento tuvieron de pronto, la extraña sensación que finalmente el tiempo se les había escapado de las manos. Aún así, ellos no se daban cuenta de nada. Porque tanto Saúl como su esposa Rut, no sabían que ellos finalmente no pudieron atrapar al tiempo, sino que el tiempo los había atrapado a ellos; el tiempo impiadoso había pasado puntual y sin atrasarse, y ahora, no solo  ni Sara ni Manuel eran niños, sino que ellos tampoco ya eran jóvenes. Ya todo había pasado. Porque ninguno de ellos estaban en la playa ni tampoco en un hotel, sino en otro lugar diferente.
  En ese momento entraron dos mujeres a la habitación, pero la pareja de ancianos ni se inmutó. Una de las mujeres tenía uniforme, la otra no.
  _ No me podía ir sin antes ver cómo están. -Dijo con tono triste esta última mirando a la enfermera- Mi hermano hoy no pudo venir. Él sufre mucho de verlos así. -Agregó la mujer luego.
  _ Siempre están así señora Sara. No se dan cuenta de nada. -Le respondió la mujer de uniforme con resignación; y luego le dijo:
  _ Acá todos sabemos lo que usted y Manuel se preocupan por ellos. Sabemos que ustedes hacen todo lo humanamente posible, y más.
  _ Sí. Lo sé. -Replicó Sara y continuó diciendo con el mismo tono triste:
  _ ¡Pero vaya ironía de la vida! Manu y yo manejamos este geriátrico que ellos fundaron con todo lo mejor; y ahora ellos tienen que estar acá. Igual ellos no sufren, porque piensan que están en un hotel, y en la playa… como si el tiempo se hubiera detenido para ellos dos.


jueves, 12 de octubre de 2017

Ella, la intrusa. ( Cuento)

 Ella, la intrusa. La que llegó para arruinarlo todo. La que se metió en el medio de ellos, y de todo.
 Ella, la joven, exótica y enigmática mujer que de un día para el otro, apareció en la vida del joven y talentoso muchacho para cambiarlo todo. Porque a partir del día en que él la conoció ya nada fue igual. Es que él se había enamorado perdidamente de ella, y entonces él vivió para esa mujer. Ahora él estaba pendiente de que a ella no le falte nada. Ahora él en cada cosa que emprendía le pedía su opinión, y él valoraba cada palabra o sugerencia de ella más que ninguna otra. Por esta causa todos sus amigos la detestaban en secreto y le echaban la culpa de cualquier cosa mal que le pudiera salir a él. Sentían que “esa intrusa” les había robado a su amigo. Es más, ellos ya comenzaban a añorar los tiempos en que él hacía lo que quería, y “ella” no estaba todavía en su vida para meter sus narices en los asuntos de ellos. Aunque más allá de cualquier oposición ellos dos se amaban y vivían el uno para el otro.
  Ella, la “intrusa”. La que había llegado para “arruinarlo todo” era la que le cuidaba cada centavo de su billetera. Porque él, antes de conocerla a ella dilapidaba lo que ganaba en pocos días y nunca le alcanzaba para nada. En cambio ahora ella le manejaba su dinero y no sólo le alcanzaba para todo, sino que además tampoco tenía deudas.

  Ella, la mujer de la que él se había enamorado perdidamente. De la cual todos se preguntaban qué le había visto. Ella,  a la cual sus amigos detestaban sin atenuantes, era con la cual él se había casado y le acababa de dar un hijo. Así es que ellos eran tan felices, vivían el uno para el otro, y criaban a su pequeño hijo con mucho amor. Por eso parecía que nada jamás podría quebrar tanta felicidad. Nada excepto “aquello”.  Y aquello era la tragedia que golpeó sus vidas y las cambió definitivamente. En aquel negro día cuando su amor se fue para siempre de este mundo. Desde aquel día ella no dejó de llorarlo, cuando él murió en sus brazos. Ella, la “intrusa”, la “mala”, jamás lo ha olvidado. En aquel nefasto día en que la tragedia se desató, ellos dos salían de su departamento. Y fue llegando a la puerta del edificio, que de repente un loco apareció y le disparó varios balazos, así, sin mediar palabras y le quitó la vida.  Y todos los allí presentes se horrorizaron, y luego todo el mundo se conmovió. Ese 8 de diciembre fue un día trágico.

jueves, 5 de octubre de 2017

La cola entre las patas. (Cuento)


  Con la cola entre las patas. Así me sentía yo ahora, perdonando la expresión. Porque justamente en aquella hermosa tarde de marzo yo, Laura, me encontraba repartiendo personalmente las invitaciones para mi casamiento. Y justamente ahora, me tocaba darle la tarjeta a mi entrañable amiga Verónica. No había más vueltas que darle al asunto: era la última que me faltaba entregar. En aquel momento preciso yo me hallaba justo enfrente de su casa, sentada en un banco de esa pintoresca plazoleta. Pensaba en cómo le diría a Verónica que yo finalmente me iba a casar con Roberto Díaz. Pensaba todo el tiempo en cómo haría para pedirle perdón. Es que yo me había enojado tanto cuando ella, a pesar de mis esfuerzos, aceptó como novio a Mario en vez de a Lorenzo. Y eso era algo que no lo podía entender. Me parecía sencillamente un horror. Peor aún cuando ella decidió casarse con él. Yo me espanté y le dije un montón de cosas terribles acerca de su futuro esposo. Sin embargo para sorpresa mía Verónica, con voz serena me pidió perdón y me dijo que igualmente esperaba verme en su boda. Obviamente yo no fui. Es que justo por aquellos días yo estaba en un viaje de trabajo que se me había hecho “imposible” cancelar. De más está decir que luego de su casamiento nuestra amistad se había enfriado y casi no nos tratábamos. Así pasaron cinco años y mi amiga seguía felizmente casada con Mario. Y ahora yo, con 25 años, era la que me iba a casar con el amor de mi vida. A Verónica apenas le había hablado de Roberto, cuando ya no me quedó más remedio. Por supuesto, eludí los datos más incómodos. Pero de tan obvios que eran, ella apenas lo vería se daría cuenta. Más tarde o más temprano ella descubriría la verdad. Y yo, ¿Con qué cara la podría mirar a mi querida amiga? ¿Con qué cara le pediría perdón por haberla herido tanto? Porque aunque Verónica me aseguró que me había perdonado, sé que hasta lloro en silencio por mi culpa. Por eso es que hoy me siento con la cola entre las patas. Porque en aquel entonces, cinco años atrás, yo le reproché su “pésima” elección de pareja, ya que a mí me parecía un “horror” que una chica de 20 años se casara con alguien 13 años mayor; y así fue que le dije un montón de cosas espantosas. Pero la verdad fue que a mí me había dolido que ella no se hubiera casado con Lorenzo, mi hermano, que era según yo, “el candidato perfecto” para ella. Y no sólo eso, sino que además yo me iba a casar con Roberto Díaz, que además de ser mi jefe, tiene 40 años. Por eso es que ahora, le entregaría la invitación a mi querida amiga, con la cola entre las patas.


El epitafio. (Cuento)



 El era tan bueno… La verdad es que nunca había conocido a semejante ser humano. Ustedes dirán que yo exagero. Pero no, es la más pura verdad. Es que personas como era él no quedan muchas en este mundo tan plagado de maldad. Sé que es un momento difícil. Un día especial hoy. Sé que debo decir unas palabras acerca de él, ante todos ustedes. La verdad es que no sé por dónde comenzar. Porque podría hablar acerca de sus enormes cualidades humanas, de cómo ayudaba al prójimo. También podría contarles de su carácter tan bondadoso, de su honorabilidad y su honestidad sin límites. Jamás se quedaba con un vuelto. Es decir, que era una persona confiable y leal. Yo misma puedo dar fe de cómo se dedicaba a su esposa y a sus hijos. Era un esposo y un padre ejemplar.

Aún en su trabajo sobresalía no sólo por ser competente y dedicado en grado superlativo, sino también por su gran calidez y calidad humana. Tanto es así que los mismos pacientes y aún sus compañeros lamentan lo sucedido con él. ¿Qué más podría decir acerca de él? Si le tuviera que escribir un epitafio, ¿Qué le pondría? Es difícil responder a esta pregunta en poco tiempo y en pocas palabras. Si para mí que no soy de la familia es tan complicado, imagínense para su esposa y sus niños. Para ellos es cada día es más difícil soportar su ausencia. Obviamente que están desolados. Porque ellos no pueden entender todavía que él ya no vuelva. Está bien que es difícil de creer lo que ha sucedido con él. En eso yo también estoy de acuerdo con ustedes. No me malinterpreten. Por eso es que intenté decirles unas palabras. No sé si lo logré. Así es que, justo a un mes de ocurrido el lamentable hecho, traté de escribirle un epitafio. Sí, como lo oyen. Un epitafio. Un epitafio sentido y metafórico en una tumba de viento. Sí, aunque les parezca extraño. Porque yo les dije la verdad. Él era muy bueno y por eso mismo se hubiera merecido el mejor epitafio. Sí, él era tan bueno, tan bueno… Lástima, ¡Que ahora sea tan malo!

Desaparecido. (Poesía)





Ni muerto ni vivo.
Simplemente… no está.
¿Y entonces dónde está?
Silencio sepulcral.
Nadie contesta.
Pájaros negros surcan el cielo
En la oscura noche.
Vienen y van,
Llevando extraños mensajes al río.
¿Qué es eso?, alguien pregunta.
Nadie sabe.
Nadie responde… en aquel momento especial.
Ni muerto ni vivo.
Lo mismo vuelve a pasar.
Son los mismos de siempre.
Los que se fueron pero siempre están.
¿Dónde está el hombre valiente?
¿Aquel que se atrevió a declarar?
Buscan respuestas,
Mas no las pueden hallar.
Ni muerto ni vivo.
De nuevo vuelve a pasar.
Es el muchacho que no aparece.
¿Y dónde está?
Nadie sabe,
Pero muchos inventan historias;
Y dicen que por algún lado se habrá ido;
Por algún lugar bien lejos a pasear.
Ni muerto ni vivo.
Por ningún lado aparece.
Por ningún lado está.
Tal vez la tierra se lo quiso devorar.
Ni muerto ni vivo.
Nadie da respuestas.
Ni muerto ni vivo.
Desaparecido está.



Cuento breve. (Poesía)




Breve.
Como un corto suspiro.
Como un amor de verano.
Como un fugaz beso,
Que apenas toca los labios.
Breve.
Con pocas palabras.
Con esquivos abrazos.
Con un tiempo apurado,
Ansioso y breve.
Muy breve. Corto. Conciso.
Es ese instante que vivimos.
Ese momento en que nos abrazamos.
Ese beso que nos dimos.
Fue breve. Como un cuento breve.
Tan intenso y fugaz.
Y fue corto el tiempo
Porque el tiempo nos corría.
Nos corría, y nos quería alcanzar.
Breve. Aquel día fue breve.
Como un cuento corto
De solo tres líneas.
Breve. Aquel momento fue breve.
Como una noche de pasión,
Y siguió otro día breve.
Como un cuento corto,
De pocas líneas,
Que pretende ser breve
Y que nunca termina;
Así es nuestro amor,
Que no es un cuento breve.

Floresta. (Poesía)




Tantas cosas es Floresta…
Floresta es mi barrio,
El que me vio nacer.
Floresta es Villa Del Parque
Y Santa Rita también.
Es el Parque Avellaneda,
Es la plaza Vélez Sarsfield.
Floresta es Joaquín V. González
Y Magariños Cervantes.
Es Gaona y Donato Álvarez,
Es la Rue De Les Champs Elysees.
Es Copacabana, y la 18 de Julio también.
Floresta es todos los barrios,
 Es todas las calles,
Es todos los lugares
De donde pisen mis pies.
Floresta son mis padres
Y el lugar que me vio nacer.
Floresta es toda mi vida,
Es cualquier parte.
Floresta es Flores,
Y Flores, es Floresta…
En donde quiera que yo esté.


Mamá. (Poesía)




Te quiero.
Desde el primer día,
Desde el primer momento,
Desde el primer instante en que supe,
Que vos estabas en mi vientre.
Te amé y elegí lo mejor,
Elegí la vida.
Contra viento y marea te defendí,
Con uñas y dientes.
Mi soledad acompañaste,
Mis lágrimas enjugaste,
Mientras en mí crecías un poco más cada día.
Tan ansiosa esperaba el momento,
En que al fin en mis brazos te tendría.
¡Mi pequeño bebé!
Llenaste mi alma con tanto amor,
Que nada más me hizo falta.
Mi pequeño milagro,
Que día tras día me diste fuerzas.
Alegraste cada momento con tu sonrisa.
Y mi corazón rebosa de felicidad,
Al verte crecer cada día.
Ahora no puedo imaginarme
Cómo sería mi vida sin vos.
Todo lo amargo se vuelve dulce,
Cada vez que me dices “mamá”.
Y todos los momentos tristes se olvidan,

Cuando me dices “Te quiero”.

Naturaleza herida. (Poesía)




La naturaleza sufría
Herida estaba de muerte,
Por eso el cielo lloraba,
Y su dolor desbordaba.

El río salió a preguntar
Porqué  los peces morían,
Pero a su paso también las flores,
Tan cansadas desfallecían.

La naturaleza sufriente
Pedía explicación,
Mas herida estaba de muerte,
Por tanta agresión.

Y el río siguió preguntando,
De un ejército venía acompañado,
Pero todos se escondían,
Tan aterrados huían.

La naturaleza cantaba
Y todo lo mejor brindaba,
Hasta que llegó ese negro día
En que fue tan vilmente atacada.

Sus verdes brazos arrancaron.
Su colorido vestido desgarraron.
Tan cruelmente la violentaron,
Que su fuente arruinaron.

Y así el río salió,
A pedir explicación,
Por tanta tierra desnuda
Que saquearon sin razón.
  
La naturaleza clamaba,
Desde sus entrañas gritaba,
Buscando ser redimida
Y así calmar tanto dolor.

El río entonces se aquietó
Y con su ejército se retiró,
Pero dejó algunos recuerdos
Porque nadie le dio una explicación.

La naturaleza clama,
Día y noche grita,
Buscando ser redimida
De la peor destrucción.