jueves, 25 de agosto de 2022

Punto Norte (Cuento)

 

   Si se pudiera pensar en un lugar que sea lo más parecido al paraíso en la tierra, de seguro que Punto Norte encabezaría cómodamente la lista. Era difícil olvidar aquellas playas de ensueño de arenas tan blancas y mar tan maravillosamente azul. Así se le venía a la mente a Sol cada vez que recordaba esa experiencia, ese viaje tan inolvidable que nunca había imaginado que podría realizar. El cómo ella y su hermana Estela habían logrado llegar hasta allí, pudiendo finalmente cumplir un sueño largamente acariciado por ambas, no era ahora lo más importante sino el poder conocer con más detalles todos los pormenores relativos a esta aventura. A Sol le gustaba comenzar su relato contando que recordaba haber llegado en una embarcación a aquella hermosa playa cubana llamada Punto Norte, junto a un numeroso grupo de personas que, al igual que ella, habían pagado especialmente para ir hasta ese increíble lugar que pocos se querían perder de conocer. Y fue apenas poner el pie allí, y sentir la brisa del aire costero en su rostro, para así perderse contemplando aquella playa de arenas tan hermosamente blancas que parecían de cristal y mar tan profundamente azul que semejaba como de diamantes. O al menos así le pareció a Sol. Ella se quedó contemplando anonadada el paisaje. Aún el cielo límpido parecía acompañar toda esa armonía allí desplegada con un azul delicado y sublime.

 


 El sueño de toda su vida cumpliéndose allí, en aquel instante, en ese paraíso en la tierra llamado Punto Norte. Lo único que Sol lamentaba profundamente era que sus padres no pudieran estar allí con ella, y su hermana, disfrutando de ese lugar tan extraordinario.

   Cuando yo le pregunté a Sol el por qué no habían viajado sus padres, ella no me lo supo responder. Su relato me resultaba tan interesante que no presté atención a ese curioso detalle, ni tampoco a ciertas inconsistencias que de este afloraba. Hasta ese punto yo aún no entendía a qué apuntaba su historia, o hasta dónde pretendía llegar. De todas maneras no tardaría mucho en saberlo.

    Entonces Sol volvió a contar que conocer aquel bello lugar era algo que había soñado por mucho tiempo y que trabajar por poder cumplir nuestros sueños era algo muy bueno. Que había que luchar por eso, no darse por vencida porque hacer el esfuerzo realmente valía la pena. Luego ella volvió a meterse de lleno en su relato, de cuando pisó por primera vez aquella playa. Ese lugar tan hermoso de arenas tan blancas que parecían de cristal, y el mar era de un azul tan profundo y delicado, y era todo aquel paisaje tan luminoso que parecía que nunca se haría de noche. La brisa le acariciaba tan suavemente la cara que apenas se percibía. Fue en aquel instante en que Sol anheló con todas sus fuerzas quedarse allí, en Punto Norte para siempre. Pero ella sabía que eso no podría ser. Porque tenía que volver a su casa, que tenía que volver a trabajar. Ahí sucedió cuando la joven Sol iba caminando por el pasillo que conducía a la salida de ese complejo de playas, acompañada por Estela, su hermana, en que se lamentó por no tener su teléfono con cámara a mano para poder fotografiar esa maravilla de lugar, para luego poder mostrar esas imágenes a todos sus amigos y familiares. Entonces Sol se volvió hacia su hermana y le preguntó si no tenía su teléfono a mano, pero Estela tampoco lo traía consigo. Ambas habían olvidado sus respectivos teléfonos en el hotel. En ese momento a Sol se le ocurrió mirar por los ventanales del pasillo que tenían una gran vista a la playa. Sin embargo al mirar observó con gran decepción que ya estaba oscureciendo y la vista de aquella hermosa playa se veía desdibujada, opaca, como si se estuviera borrando. De pronto volvió nuevamente la vista hacia Estela, y ya no la vio…

    Azorada, completamente en shock Sol me contó que seguido a eso no recordó nada más, como si algo extraño le hubiera borrado la memoria. Pero eso no fue todo. Luego cayó en la cuenta que no recordaba tampoco cómo había llegado hasta ese lugar llamado Punto Norte. Aunque lo que le resultaba más perturbador eran no solo sus lagunas mentales sino que tampoco recordaba haber viajado a ningún lado, y aún sus padres y su hermana Estela corroboraban el hecho de que Sol no se había movido a ninguna parte ni siquiera dentro del país, en los últimos cinco años. Es ahí cuando Sol me relató que luego de la escena en que salía de la playa por un pasillo, lo siguiente que logró recordar fue haberse despertado aquella mañana de septiembre en la cama de su cuarto, y no entender nada. Recordó también, que estaba con licencia médica de su trabajo en el patio de comidas del aeropuerto internacional, en donde todos los días veía y oía a los aviones aterrizar y despegar.  Y a ella le encantaba trabajar allí justamente por el placer de ver los aviones y soñar con viajar en uno de estos, además de que estaba juntando dinero para poder hacer su viaje soñado. Pero desdichadamente para ella, su salud le jugó una mala pasada, una vez más. Además de que su licencia se hacía cada vez más prolongada y entonces temía que quizás ya no podría volver a ese trabajo; que tal vez cuando mejorara su cuadro tendría que buscar algo más tranquilo, algo que su cuerpo resistiera, para no recaer. Así fue que Sol se quedó pensando un largo rato en aquello tan extraño que le había sucedido. Antes de compartir aquel suceso con su familia, y conmigo, se quedó perpleja tratando de descifrar que si realmente, de alguna manera ella había sido transportada a aquel lugar que se parecía a un paraíso, o si era verdaderamente El Paraíso, y ese lugar estaba fuera de este mundo, o dimensión. Y que Punto Norte estaba allí, ubicado en aquel sitio impreciso y desconocido. Sin embargo, como Sol no era tan inclinada a creer que la gente pudiera tener ese tipo de experiencia trataba de encontrarle una explicación racional, y entonces pensó que tal vez era su mente que la engañaba con un recuerdo falso, porque la mente humana muchas veces nos tiende trampas, afirmaba Sol con mucha convicción, aunque muy rápido aclaraba que ella siempre era muy creyente en Dios y en el cielo, y que nunca dejó de ser creyente, que ella es una persona de fe. Pero a pesar de esto Sol afirma que aún la fe debe tener una cuota de racionalidad, para que esta sea consistente y no se nos vuelva en contra.

    Así fue que Sol se quedó a mitad de camino entre la explicación racional y la no racional. Porque Sol por momentos te decía que ella de alguna manera había “viajado” o “algo así”, a ese lugar que tal vez no se encontraba en este mundo, al dormirse tan profundamente por causa de su problema crónico de salud, a cambiar de idea y luego asegurar que solo era un sueño como cualquier otro, aunque condicionado tal vez, sí, por su salud y por haber trabajado tanto tiempo en el aeropuerto, y haber visto todo el tiempo aviones aterrizar y despegar. Entonces, si ella “viajó” realmente a un lugar llamado “Punto Norte” sería una gran incógnita. O, si por el contrario, todo aquello ¿pudo haber sido una trampa que le tendió su mente?  Tal vez sí, tal vez no... ¡Quién sabe!